Una madre es un piano triste es un hijo anfibio: cruza de ensayo, poesía, diario y relatos narrativos que muestran los infinitos rostros de la maternidad, sus infinitas melodías.
María (la gran madre de toda la creación occidental) repasa su historia encontrando el indicio del crimen, la génesis de su maternidad fallida. Regresa a su infancia. En su madre está la primera sospecha: su propia creadora, creadora de quien no puede crear. La investigación sigue, se amplia. Se extrae de su propia historia y la historia de María es la de todas las madres del mundo.
La protagonista encuentra alivio a sus preguntas sumergiéndose en los libros. Dice “leo para agazaparme en el lenguaje, que es la madre sustituta”. Y entonces, tal vez sin quererlo, busca en sus ancestras, dialoga con Medea, con Ofelia, con Adrienne Rich, con Marguerite Duras. Y también con sus contemporáneas: Socorro Venegas, Lina Meruane, Vivian Gornick, Anne Dufourmantelle. Y su diálogo sobre la maternidad es un leitmotiv obsesivo. Y nos subimos a sus conclusiones como a una nave, para olear entre las aguas de un útero seco y las gotas del segundo movimiento de un concierto de Ravel.
María (madre de todas las madres) encuentra, por momentos, la forma de traducir la música a palabras. Se le concede ese milagro. No acaricia la piel arrugada de un infante, pero puede escuchar la lengua original y traducirla.
¿será eso suficiente? ¿ lo sabrá María?
Ella dice:
¿Sin hijos no somos?
Sin hijos somos la herencia amputada. Quién nos enterrará. Quién nos llorará. Quién nos recordará cuando nos vean en una antigua fotografía. Nadie dirá: mi abuela, mi bisabuela. Seré un muñón de arroz con leche. Seré la canela al viento.
Una madre es un piano triste se teje sobre ese contrapunto: la inmensa capacidad creativa del arte en manos de la autora y la limitación de un cuerpo que falla, que se resiste a la trascendencia por repetición biológica.
Este libro, acorde a nuestros tiempos, se nombra sin género, y muta hasta desintegrarse. Y ya ni siquiera es un libro. Es, tal vez, un intento de oda a la maternidad (fallida o no) o una pavana para una madre difunta que nunca llegó a nacer.
Por Lala Sosa
Arte: Van Arce