Jauría: la historia de “la manada”

Entrevista a Vanesa González y Gastón Cocchiarale

¿Qué es una violación? ¿Cuál es el límite del consentimiento? ¿Se puede abusar sin ejercer violencia física? ¿Cómo opera el machismo en la justicia? Estas son algunas de las preguntas que flotan en el aire los 60 minutos que dura la obra de teatro Jauría de Nelson Valente. Aunque se espera que en pleno siglo XXI todo mundo sepa identificar una violación, a medida que avanza la obra las respuestas a estas interrogantes se diluyen. 

Jauría es una obra de teatro documental, que recoge los testimonios reales de un juicio ocurrido entre 2017 y 2019, sobre un hecho de violación en manada que sucedió durante las fiestas de San Fermín, en España. La potencia de esta obra reside en que la puesta en escena está casi completamente despojada de elementos; con un par de bancos, cubículos y luces se organizan todas las escenas del juicio. De esta manera todo el peso recae en los discursos de los abogados, los agresores y la víctima sin posibilidad de distracción. 

Con una profunda sensación de incomodidad que acompaña al espectadore desde que se sienta en la butaca hasta que se encienden las luces, la obra deja en evidencia cómo se re-victimiza a la denunciante cuando se duda y cuestionan sus declaraciones. Las preguntas que hacen los abogados se apoyan en el imaginario que tiene mucha gente sobre cómo es una violación: una chica gritando, pidiendo auxilio, agarrada con violencia, amenazada, golpeada. Pero ¿y si todo eso no está? ¿Acaso no es una violación? ¿Qué es lo que convierte una relación sexual consentida en una violación?
Vanesa González, quien interpreta a la víctima, profundiza sobre esta problemática:

Tu personaje no está nunca en la posición de una víctima dramática, se mantiene en estado de shock, ¿Cómo lo trabajaste?

VG: Primero que lo que plantea Nelson Valente es un poco que nosotros funcionemos como elementos de la obra. Viste que en cada momento vamos adaptando las voces al rol que nos va tocando tanto los chicos como yo y eso hace que la obra tenga un dinamismo. Porque también al ser como de género documental no es solo ir a escuchar. Y la verdad que la obra no intenta contar como fueron las cosas, no hay escenas puntuales de lo que sucedió, sino esto: son testimonios estructurados de manera tal que uno pueda escucharlo como con una suerte de edición, como si todos estuvieran hablando al mismo tiempo. El planteo de Nelson era un poco objetivar los relatos, no desde el lugar como si no hubiese pasado, sino que nuestra acción sea contar y recordar. Una de las cosas que más fuertes me sigue pareciendo de todos estos casos horrorosos es como se sigue juzgando la actitud de la víctima o de la denunciante y pasa a estar en segundo plano el abuso, el plan macabro de las manadas, del grupo de varones que deciden hacer el ataque. Y se sigue juzgando, como también pasó en España con este caso, que por eso dividió tanto en dos aguas, porque la chica estaba sentada contando, fue muy sincera con el relato, porque como dice la fiscal nunca exageró, y pudo haberlo hecho no desde la mala intención, sino desde haber padecido el ataque, y sin embargo dice cosas como me agarraron y no con violencia. O sea tiene un modo de ver y de contar lo que le pasó que hasta se la juzga por como está sentada, como si hubiese un manual de comportamiento si a vos te abusan o te maltratan. Eso sigue siendo las cosas más monstruosas que siguen pasando. Cuando sucede que una víctima está en un juicio se la revictimiza, vuelve a pasar por esa misma situación. otra.

Otro de los puntos centrales de la obra pone foco en la discusión sobre las masculinidades imperantes. Sobre este dialogamos con Vanesa y también con Gastón Cocchiarale, quien interpreta a uno de los integrantes de la manada.
¿Qué le pasó a ustedes, como actores, interpretando estas masculinidades?

GC: Justamente puso en juego mi masculinidad. Al leerla, cuando me la ofrecen, me pasó exactamente algo que le pasó a todos mis amigos que vinieron, ya sean de mi edad o más grandes, de revisar tus comportamientos como hombre. Porque algo que tiene de interesante la obra es que justamente muestra hombres que no es un tipo que está atrás de un arbusto, va le pega, la viola y la mata;  sucede en un ambiente donde la violación es tan sutil, tan pequeña al ojo de los abogados, del público, de la gente, que es donde uno siente que ve a estos hombres y no puede dejar de ver un espejo. No sé si yo soy exactamente ese tipo o si alguna vez lo fui, o si mi primo es así, o mi hermano, o mi papá, como que está muy cercano a vos como hombre ese grupito de amigos. Porque todo lo que ejercen como hombres, uno de alguna manera u otra, sin ser hipócrita, lo ha hecho: pasarse una foto de una mina en bolas, pasarse un video de la novia de uno, ver todo eso existe, existió. Hoy lo puedo ver y digo “no lo hago más”. Pero en algún momento lo habré hecho yo y amigos míos. Un montón de comportamientos, venimos de ahí nosotros, de ese tipo de crianza de ver a la mujer como un objeto que hay que tocar. Y eso me parece que la obra lo muestra muy claramente, sobre todo en el final cuando Vane, en la escena que ella hace de fiscal, para mí hay una pregunta que me hace que resume toda la obra: “¿Usted le preguntó si ella la estaba pasando bien?”. Y yo le digo: no. No está en mi forma de ver a la mujer preguntarle si la está pasando bien. Eso me parece lo fuerte, lo que hace que me replantee un montón de cuestiones, no solo a la hora de interpretarla en mi casa, sino a la hora de verla. Le pasó a todos mis amigos que se fueron diciendo “che, boludo, me fui un poco incómodo”.

¿Qué sentiste con tus compañeros? ¿Sentis que hubo en ellos una unión, un repensar la masculinidad al empezar a ensayar?

VG: Sí, me pasa no solo con mis compañeros, sino con amigos varones que van a ver la obra. Con varones de otra generación, porque hoy dentro de todo, quizá no tanto los de mi generación, pero los varones más jóvenes tienen un nivel de conciencia, que quizá mis padres no lo tienen todavía, o lo están teniendo pero a veces no tanto desde una cuestión empática profunda, sino más como el mundo está cambiando, atención, qué estoy haciendo. No sé si es tanto una cosa orgánica que sale en algunas generaciones, sino que es como una escucha a decir bueno las cosas cambiaron, qué estoy haciendo mal, qué no corresponde más, un comportamiento protocolar de aggiornarse y no sé si es tan orgánico. Pero me pasa mucho de ir a comer con amigos varones que conozco y sé que nunca tuvieron ninguna actitud violenta ni de este orden, y aun así me dicen me da asco de mi que me reconozco en frases de los chicos arriba del escenario, me reconozco en alguna respuesta, en armar un grupo en el que nosotros lo consideremos un espacio para decir determinadas cosas que en otros lugares no las dirías. Entonces, me parece que esto que decís de lo educativo que es, pero que tampoco lo hace desde el lugar de bajar línea es muy valioso.  

Creemos que la masculinidad solo se va a poder cambiar en tanto y en cuanto sean los hombres se junten a charlar estas cosas. Esta obra justamente brinda el espacio para que esto suceda ¿Creen que esto se da? 

GC: Totalmente, porque aparte la obra lo que tiene es que uno puede ver este tipo de noticias todo el tiempo. La noticia es como eso, un titular, la ves y cambias de canal; pero la obra se mete en un nivel de detalle y de crudeza que no te podes hacer el boludo. Por eso, para mí el arte tiene mucho más potencia en ese sentido, porque te mete en una historia con gente que es como vos, te identificas, generas empatía y cuando te querés dar cuenta podés ser ese violador vos también. Y esto le pasó a mis amigos de 40/50 que tuvieron una crianza completamente distinta y se fueron perturbados.  Porque un abuso no es te agarro, te pego, te violo y me fui. Tiene todo un nivel de sutileza, no es todo blanco o negro. Y este comportamiento en manada que le caga la vida a una mina, también le arruina la vida a un pibe. Lo que pasó con Fernando Báez Sosa es el mismo accionar. Es el machismo matando gente. 

¿Esta obra cómo te cambia?

GC: Me afectó un montón porque digo, yo como hombre también vengo acompañando esta lucha que me parece super interesante y super necesaria. Pero a veces uno sigue teniendo pequeños comportamientos machistas, micromachismos que uno registra. Y eso tiene que ver con la lucha que están haciendo ustedes, y con este tipo de materiales que empiezan a aparecer que no solo critican cómo es una violación, sino cómo es el lugar del hombre por esa crianza machista y patriarcal. Lo fuerte que tiene esta obra es que vos arriba del escenario no estás viendo a cinco violadores, estás viendo a tu primo, a tu tío, a tu hermano, a tu novio o a vos mismo. Entonces eso, termina generando algo que te lleva  a confrontarte y que no te podes hacer el boludo. No te podes escapar. 

¿Qué los convocó a aceptar participar de la obra?

VG: El año pasado antes que pase todo esto, me llama Sebastián Blutrach que es el productor y me cuenta del proyecto, me invita a participar.  Había oído sobre el caso pero no tenía un conocimiento muy inherente. Mi aprensión al principio fue decir pero hay una violacion en escena, porque eso me hubiese parecido como muy terrible, y cuando leí la obra y me di cuenta que eran solo testimonios y que encima no hay escritas escenas, digamos no hay escrita una obra; se hizo solo un trabajo de estructuración. Y que encima de todo me parecía mucho más agresivo, a veces solo escucharlo sin tener una puesta en escena es mucho más agresivo, porque es realmente lo que pasó desde los diferentes punto de vista. Así que apenas la leí me pareció que lamentablemente es super actual y enseguida sentí que era algo que teníamos que hacer, que había que hablar de esto. Pensé en la importancia de las escuelas, que puedan venir a ver la obra, a escuchar. Porque también me pasó a mí que aprendí un montón de cosas leyendo la obra, y mismo cuando la hago también aprendo un montón. Vienen muchas madres e hijas a ver la obra, sucede algo en el teatro, que es como de la calidez y la unión, pero en una obra así siempre terminas como escuchando partes que no había escuchado. Entonces apenas la leí me entro en el pecho, era algo que iba a ser importante que hiciéramos. 

Esto que decis que no haya una violación en vivo también me parece que eso está muy cuidado…

VG: Sí, también me pasa que siento que de algún modo es muy importante que la causa no pase a segundo plano; como que la voz de la causa sea lo que esté. Me parece que cuando hay una escena pasa a prevalecer el arte, empieza a cobrar valor la escena. Me parece que de esta manera es una forma de que la causa esté ahí, en primer plano. 

      Jauría, una obra cruda y necesaria, invita a re-pensar los discursos que utiliza la sociedad patriarcal para callar, invisibilizar y abusar de las mujeres, tanto simbólica como literalmente. De una forma tan clara que resulta monstruosa se ve cómo el sistema patriarcal se teje y organiza para volver culpable a la víctima desde que comienza a hablar.

Nelson Valente logra explorar estos testimonios de una forma brillante junto al gran trabajo de Vanesa González, Martin Slipak, Gustavo Pardi, Gastón Cocchiarale, Lucas Crespi y Francisco Ruiz Barlet.

Por Camila Miranda De Marzi y Lala Sosa
Arte: Van Arce