¿El tango es machista?

Por Yanina Rolero Estigarria[1]

El tango es una expresión artística y socio-cultural y, como tal, está atravesado por los procesos sociales y políticos de la época en que se gesta, transcurre, desarrolla y vive.  No existe forma de arte que, ya sea por presencia activa o por omisión deliberada, no se encuentre comprometida con su tiempo histórico. Con lo cual, si nos preguntamos sobre nuestra identidad, sobre nuestras luchas, sobre nuestras inquietudes, sobre nuestras angustias, sobre nuestros vínculos, sobre nuestros modos de relacionarnos, allí encontraremos los indicios para entender la relación entre el tango y el machismo.

Muchas investigaciones y estudios acerca de la poética tanguera dan cuenta de la gran cantidad de letras que reivindican la hombría, la ceremonia de amistad solo entre varones y, desde ese lugar, un corrimiento hacia el machismo, hacia el rencor contra las mujeres y la misoginia. Esto no es novedoso. No obstante, el análisis debe anclarse históricamente. Los grandes poemas del tango pertenecen, en su mayoría, a la primera mitad del siglo veinte y el machismo no era un patrimonio exclusivo del tango, sino que estaba incorporado en la sociedad y atravesaba todas las clases sociales.

Es interesante destacar que no toda la poética tanguera expresaba este tipo de vínculos entre el varón y la mujer. Menciono sólo un ejemplo, “La última”, tango de Camilloni y Blanco, grabado por la orquesta de Aníbal Troilo en 1959. En uno de sus versos enuncia: “yo no quiero pasionismos ni amoríos ni aventuras, yo te quiero compañera para ayudarme a luchar”. Es decir, la mujer como una igual y no vinculada solo con los roles de madre, ‘minita’, la culpable de cualquier pena o el objeto de desprecio.

Ahora bien, no puedo dejar de señalar que los poetas consagrados de la época eran varones. Los que nombraban al género femenino, ya sea para alabarlo o para despreciarlo, eran ellos. La mujer estaba silenciada, excluida. La pregunta sigue sonando, ¿el tango es machista? E insisto en que para responder debemos primero pensar quiénes somos, cómo somos, qué somos. Porque el tango fue (y aún es) reflejo de nuestra sociedad.

Me tomo el atrevimiento de saltar un siglo entero y caer en el año dos mil diecisiete, momento en que se compone una milonga que refleja varios cambios y luchas. Una voz femenina empoderada enuncia un tema que aún preocupa y que es necesario re-pensar para cambiar prácticas violentas naturalizadas:

“Simplemente camino por esta cuadra

no me importa que pensás

sobre mi forma de andar

Si el jean me queda bien

o es muy corta la falda.

Si yo no soy tu mamá

por qué mamita me llamás.

Yo no soy tu mina

ni tu nena, ni tu amante.

Solo soy una mujer

que camina por la calle.”

¿Y el tango-danza, qué tiene para mostrar? Aquí las preguntas también son similares. ¿Cómo nos vinculamos con el otro o la otra? ¿Qué tipo de parejas y amores aceptamos socialmente? Cómo bailamos, cómo pensamos a la danza y cómo definimos sus roles depende de nuestra manera de ver el mundo. No es lo mismo decir “hacer de varón” o “hacer de mujer” en el baile, que expresar “esa chica baila el rol conductor” o “ese varón está bailando en el rol conducido”.

Hablar de roles, sin distinción de género, abre el juego y habilita transitar otras posibilidades. Nos permite preguntarnos: ¿prefiero guiar o que me guíen? ¿Puedo hacer las dos cosas? ¿Qué tengo que aprender para guiar, y qué para ser guiado? Y esto nada tiene que ver con ser varón, ser mujer, ser heterosexual, ser homosexual, ser cisgénero o transgénero. Tiene que ver, simplemente, con Ser en la danza, Ser en el arte, Ser en la cultura, Ser en la sociedad.

Por supuesto que el tango no está exento de estereotipos ni mucho del machismo y de la violencia, pero también se nos ofrece como un espacio principal para la revisión de innumerables prácticas, fundamentalmente porque allí, en la pista de baile, en el salón de clase o en el escenario, se ponen en juego los cuerpos. Y el cuerpo no existe en “estado natural”, sino que está inserto en una trama de sentido y significación, siempre se manifiesta como un terreno de disputa.

En este sentido, vale mencionar la campaña que Milongas Organizadas Argentina (MILORGA) divulgó con motivo del Día Internacional de lucha contra la violencia hacia la mujer (25N-2021). A través de las redes sociales compartieron frases como: “No me obligues, escuchá mi cuerpo”, “Forzar el abrazo es violencia”, “Si la estás pasando mal, podés dejar de bailar”. En tanto seamos una sociedad machista y patriarcal, nuestro arte lo reflejará. Pero también es reducto para armar trinchera y luchar por los cambios. El tango también puede ser trinchera, también puede ser feminista.


[1] Bailarina y profesora de tango. Estudió el curso de posgrado “Historia social y política del tango argentino” (FLACSO – Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede Argentina). También es Licenciada en Ciencia Política (UBA) y estudiante del Profesorado de Lengua y Literatura (UNLPam).