Lolita: la perversión de la sociedad

Lolita de Vladimir Nabokov (1955) es sin dudas una de las novelas más controversiales de todos los tiempos.  Varias lecturas alegaron que era apología a la violación, otras ubicaban a  Lolita como una niña seductora, se catalogó a la novela de pornográfica, se puso en duda al propio Nabokov, e incluso estuvo prohibida en paises como Reino Unido, Francia, Bélgica y Argentina hasta el año 1959. 

La novela tiene como narrador a un profesor de clase media llamado Humbert Humbert que cuenta, en el formato de carta biográfica dirigida al juez que va a analizar si es culpable o no, cómo fue su vida desde la adolescencia hasta la adultez en la terminó convirtiéndose en un pederasta. Cada pequeña anécdota o acontecimiento son un intento del personaje por justificar su deseo y sus acciones. Al ser una novela tan conocida, se empieza a leerla ya sabiendo que vamos a adentrarnos en las andanzas de un pedófilo, que posiblemente vaya a generarnos rechazo. El factor alarmante es que al avanzar en la lectura la forma que tiene Humbert de narrar su vida va envolviéndonos de una manera tan sutil y endulzada que terminamos obsesionades con la historia. Aunque a menudo llegue a generarnos rechazo, hay una fascinación incontenible que se apodera de le lectore: queremos saber qué pasa, cómo termina Lolita, si logrará librarse de ese perverso hombre o no. Lo maravilloso que logra Nabokov radica en que a pesar de estar contando una historia horrible, cargada de machismo y violencia, nos vemos seducides por una prosa amable, descriptiva y bella. Esta elección por parte del autor es clave ya que el protagonista es un hombre culto, que se crió leyendo cuántos libros pudo y al ser un profesor en la Universidad no podría utilizar otro vocabulario más que uno prolijo y educado. 

Las críticas que surgieron sobre la novela quizá nazcan justamente de esta dicotomía: ¿Cómo podemos vernos fascinades por una historia de abuso sexual? Sin embargo, si logramos traspasar ese velo de encanto que tienen las palabras de Humbert, llegaremos a una lectura un poco más atinada. Lolita no es solo la historia de un abusador que utiliza a una niña de 12 años para satisfacer sus deseos, es también una sociedad que lo permite. Una vez que Humbert se queda con la tenencia de Lolita, recorren durante dos años muchos pueblos de Estados Unidos en un intento por retener a la niña. Este viaje forzado transcurre en una América de los años 50 que se muestra rancia y permisiva. No es solo el perverso que arruina la vida de la niña, sino también una sociedad que hace la vista gorda. Vecines que se caracterizan por sus tímidas preguntas, instituciones que no investigan, un país donde la ley máxima es la apariencia familiar: mantener el caparazón intacto sin importar qué pase del lado de adentro. Leer Lolita es conocer la psicología de un enfermo, adentrarnos en sus más oscuros deseos, pero también es enfrentarnos con un pueblo machista que le posibilita a un pedófilo diferentes estrategias para abusar de una menor. No hay que temerle a la fascinación que la novela nos genere, hay que realizar una lectura despierta, y cuestionarnos por qué es algo que permitimos como sociedad.

Por Camila Miranda De Marzi

Arte: Van arce