El texto encuentra un cuerpo, Margo Glantz

El texto encuentra un cuerpo, de la Colección Lector&s (Ampersand, 2019), es un libro escrito por Margo Glantz, donde la ensayista y crítica literaria mexicana hace un recorrido no solo por la biblioteca que la ha marcado a lo largo de los años, sino que también se dedica a volcar sus diversas obsesiones y repasa las costumbres históricas que han ido marcando el camino de la literatura inglesa, francesa y norteamericana. 

La autora de más de veinticinco obras de narrativa y ensayo explora el gusto, las sensaciones, la huella que cada libro dejó grabado en su cuerpo. En una primera persona en la que logramos escuchar su voz y un ritmo veloz y limpio gracias a su nitidez, Glantz nos explica que, a veces, la herida que le dejó una lectura es tan profunda que no ha podido regresar sobre esas palabras: siente que la cicatriz vuelve a abrirse y la sangre brota más rápido, provocando que la presión baje y mente y cuerpo cedan, se desmayen. 

Así me pasa: una página de ciertos libros es como la punta de la daga, entrando, parsimoniosa, en mi corazón. 

Glantz vive ciertas narrativas con sufrimiento, como esas escenas en las que es inevitable pensar que Emma Bovary se encuentra al borde del suicidio. La escritora se declara infeliz al leer. Expone, ante nosotres, su debilidad ante los universos que la agolpan con oscuridad, deseos incumplidos, flores putrefactas, sangre, mucha sangre, rituales ubicados en un espacio y temporalidad específicos. 

Desde Tirso de Molina, Horacio Quiroga y Denis Diderot hasta Jane Austen, las hermanas Brontë y Virginia Woolf, toda persona que se haya dedicado a la escritura y pasado por las manos de la mexicana a lo largo de su vida es sometide a un escrutinio voraz, de laboratorio, casi frío. Nadie se salva; todes deben someterse al test de Glantz, que escarba en el hueco sin anestesia con un solo fin: encontrar por qué todas estas personas escribieron lo que escribieron, tratando de adivinar cuál era su motivación real, esa que no le compartían a nadie, pero que la autora trata de encontrar en el espacio entre palabras.

Pero la ensayista va un paso más allá. Desvía su mirada para concentrarse en quienes quedaron a caballo entre una generación y otra, como Elizabeth Bowen, Rebecca West o Katherine Mansfield, autoras que quedaron opacadas por el gran éxito de Woolf. Y las describe destacando la sensibilidad particular de cada una, una muy fina, apenas distinguible a primera vista, pero que agrega un sentido íntimo, una atmósfera incisiva, sutil. 

Al abrir El texto encuentra un cuerpo, una fascinación nos hace brillar los ojos y nos unimos a la mirada fragmentada de la autora, una mirada que se posa sobre el detalle y lo supervisa desde lo emocional y lo analítico. En este libro, todo texto puede mutar, convertirse en una flor o un diamante; eso sí, una flor y un diamante que podrían tacharse de perfectos.


Por: Claire Chanvillard

Arte: Van Arce