La lucidez: “es ceremoniosa la pelea con los recuerdos”

mi vida es obra del insomnio

es ceremoniosa la pelea con los recuerdos

“¿viste mi cansancio?”, La lucidez 

La lectura de La lucidez, primer poemario editado de Matías Mendez (Hexágono Editoras), es callada, pero dolorosa. Desde el inicio, el yo se presenta como poeta y habla de los poemas que le quedan por escribir. Ese diálogo con el futuro es la apertura a una serie de revisiones del pasado: un avance en reversa.

Matías prende un foco y lo deja bailar por un recorrido de escenas. Vemos tímidamente los escenarios: la orilla del mar, una casa en penumbras, una ruta descampada, el encierro de una ciudad. Sin embargo, el escenario principal siempre es la memoria, con sus traiciones, sus fallas y sus aportes. El problema es cómo no caer en el olvido. ¿Es posible vivir sin olvidar? ¿Hay una lucidez alcanzable que permita ver con claridad lo que se escapa y lo que queda?

Hay desde el inicio una honestidad en la figura del lector que quiere escribir y aprende a dialogar con sus limitaciones. El yo es poeta, lee poetas, admira poetas, le duelen poetas.  Le duelen las palabras, le duele la poesía, pero, más que nada, le duele el tiempo. Está ansioso, incluso en los momentos de paz, por lo que pierde mientras vive. Abarca más de lo que puede nombrar y, sin embargo, nombra ese hambre. Un niño que llora, una infancia posible, un soldado, un poeta que escribe como respira, y que tiene mucho miedo, pero no miedo a decirlo. 

La lucidez se presenta como una búsqueda ambiciosa de entenderlo todo a través de la palabra, en pequeñas aventuras cotidianas. Rasca la superficie de la experiencia, con la fe ciega de que algo brillante va a encontrar detrás. Pero lo que siempre encuentra son preguntas. Y los poemas parecen terminar justo antes de que caigamos del precipicio: ¿Seguir o no seguir?, ¿vale algo la pena?, ¿es algo real?, ¿puede algo o alguien ser nombrado? 

El tiempo está en constante huida: “soy consciente de la fugacidad de las cosas / las espero más de lo que las vivo” (“Infancias posibles, La lucidez). El yo recorre los caminos que encuentra, rescata las huellas que ese tiempo va dejando. Se reconstruye a sí mismo a través de los otros, pasados y presentes, por partes, como si tuviera que desarmarse para poder saber quién es, para llegar a encontrar esa ansiada lucidez que le permita mantener viva la palabra.  

Es cautivadora la valentía de un poeta joven que se enfrenta a temas clásicos como la muerte, la poesía, el amor, el olvido, para intentar actualizarlos a partir de su mirada. Mendez sale victorioso por la honestidad que brinda al repasar sus pensamientos y reflexiones. Nunca esconde ni disfraza la incertidumbre ni la incomprensión que caracteriza a su tiempo.

El último poemario de Hexágono Editoras, un proyecto que crece a pulmón con propuestas hermosas, ofrece un recorrido de búsqueda que no finaliza con un encuentro o, mejor dicho, no finaliza. La lucidez es un inicio, una pregunta a responder. Para empezar, debe romperlo todo, hasta la misma idea de poeta o de lucidez heredada. Matías Mendez pareciera dar su primer paso hacia el territorio de la palabra descubriendo la mochila que carga su poesía: la despliega enfrente nuestro, nos mira; entonces, dice.

Por Julieta Henrique

Arte por Van Arce