Entrevista a Luci Cavallero: ¡Vivas, libres y desendeudadas nos queremos!

Luci Cavallero y Verónica Gago son autoras de Una lectura feminista de la deuda, un libro que se produjo al calor de la práctica feminista, y que llega a una edición ampliada por Tinta Limón Ediciones. La consigna que está en el libro es aquella con la que se marchó los últimos tres paros internacionales de mujeres, lesbianas, travestis y trans: “¡Vivas, libres, y desendendeudas nos queremos!” 

Luci Cavallero es socióloga e investigadora de la Universidad de Buenos Aires. Habló con Agenda Feminista sobre este libro esclarecedor, una producción en medio de un proceso político que invita a cuestionar y desarmar una problemática cuyos efectos concretos parecieran moverse en las sombras: la deuda.

¿Cómo surge la escritura de Una lectura feminista de la deuda?

La escritura de ese libro es producto de dos procesos simultáneos que tienen que ver, en primer lugar, con el encuentro con compañeras con las mismas inquietudes, particularmente con Verónica Gago, en el proceso de organización de los paros internacionales feministas, donde se da un proceso muy virtuoso en la relación entre el pensamiento y la práctica política. Esas asambleas nos permitieron empezar a pensar cuáles son los modos de explotación contemporáneos, qué rol ocupan las finanzas, mientras organizamos los paros en el medio del peor proceso de endeudamiento de la historia argentina. Entonces, por un lado es producto de la inquietud que genera la práctica política, y por otro, ambas ya veníamos investigando cuestiones relacionadas con el mundo financiero, no desde la misma perspectiva, pero creo que la militancia del movimiento feminista hizo que desarrolláramos una perspectiva común sobre ese tema. 

Tratan el tema de la deuda desde una perspectiva que no circula hoy en día en los medios de comunicación, una “lectura feminista”. ¿En qué consiste este acercamiento a la deuda y por qué es feminista?

Nosotras decimos que hay una serie de puntos que la economía feminista propone, estudiada como un conjunto de postulados metodológicos y epistemológicos, para pensar la deuda, nacidos de la práctica política. En primer lugar, nos acercamos al mundo financiero desde un punto de vista diferente al que recibimos de la televisión, que lo presenta como una serie de procesos que que se desenvuelven por sí mismos y que están completamente desligados de la vida cotidiana de las personas. Eso es justamente una operación política: hacernos creer que el mundo financiero se despliega por sí mismo, que no tiene vinculación, por ejemplo, con las horas de trabajo de las personas. 

Entonces decimos que hay que hacer el movimiento inverso: empezar a preguntarnos de qué se nutren las finanzas. Y ahí marcamos que, por ejemplo, cuando se habla de deuda externa no se habla de lo que implica la deuda externa en relación al incremento de tareas no remuneradas para las mujeres, lesbianas, travestis y trans, cuando el Estado entra en una serie de acuerdos con los organismos internacionales que le exigen retirarse o privatizar servicios públicos que recaen en más trabajo en la vida cotidiana de las mujeres. Hay un fenómeno, no muy estudiado ni debatido públicamente, que tenía que ver con que el endeudamiento externo se estaba traduciendo, a partir del empobrecimiento generalizado, de la inflación y de la pulverización de los ingresos de subsidios y salarios, en endeudamiento privado: tener que endeudarse para vivir. Este es un fenómeno que empieza a aparecer con mucha fuerza a partir de la última crisis económica de 2017-2018, y que no ha desaparecido. El caso del endeudamiento de las mujeres que cobran beneficiarias de la Asignación Universal  por Hijo es paradigmático. Hay un proceso de endeudamiento de las mujeres muy claro, que tiene que ver con privatizar en cada casa los costos de esa crisis económica. Y eso es lo que nosotras queremos visibilizar, que el endeudamiento externo está relacionado con el endeudamiento de las economías domésticas, y hay que pensar la deuda no únicamente como un problema económico, como una transferencia monetaria, sino también como un problema político que tiene consecuencias en la vida cotidiana, y que es un modo de gobierno. 

¿Cómo se da la relación entre violencia financiera y violencia machista?

En el último tiempo el endeudamiento usurario de las mujeres ha explicado en muchos casos por qué estuvieron fijas en hogares en donde hay violencia machista. Hay algo ahí que explorar en relación a cómo afecta la deuda a una persona, si bien esa deuda también puede servir para huir o para financiar un proyecto personal. Pensar la deuda relacionada con la violencia es exactamente el proceso inverso al que nos proponen cuando nos hablan de las finanzas, como si no tuviera nada que ver con lo que pasa en cuerpos concretos.

Es un libro muy hijo del paro feminista, en relación a que nosotras pensamos que fue el paro el que permitió pensar cuales son los entramados entre la violencia machista y la violencia económica, a partir de la idea de parar las actividades productivas. Entonces ahí nosotras tenemos una propuesta de pensar al mundo financiero como un entramado, y también como una condición de posibilidad de esta violencia machista que estamos viviendo.

Por eso tuvimos entrevistas en las que las compañeras cuentan cómo, por ejemplo, estar endeudadas hace que se dañen vínculos cotidianos, tanto en los vínculos del hogar, como en los vínculos barriales, y cómo eso se traduce en situaciones de violencia. Lo que buscábamos era explicar ese modo de gobierno del endeudamiento en gestos cotidianos, y cómo eso está relacionado con la fundación o no de una situación de violencia. Entonces la idea de violencia financiera es poner en evidencia que los procesos económicos que se declaran abstractos en realidad están completamente entramados con los modos en los que hoy se expresa la violencia machista. “Violencia financiera” es un término político que busca decir que hay una violencia de lo financiero que nos sujeta a situaciones violentas en la vida cotidiana. 

Estas entrevistas que mencionas conforman la segunda parte del libro: mujeres que cuentan experiencias relacionadas con la deuda. Pareciera haber una intención fuerte de ponerle imágenes a una violencia que permanece oculta. 

Sí, el principal objetivo político del libro es llenar de imágenes, de contenido, de palabras un modo de explotación que se presenta oculto. A diferencia de lo que antes era el jefe, que podíamos decir ahí está el jefe, ahora no lo podemos ver. Sin embargo, tiene acciones concretas sobre nuestras vidas, toma decisiones por nosotras. Por eso, es importante pensar que la deuda también está relacionada con la precarización laboral, porque lo que aparece muy claro en las entrevistas es cómo ante el endeudamiento, una agarra cualquier trabajo aunque sea en malas condiciones. Queremos ponerle imágenes y cuerpos concretos a lo que significa estar endeudada, y más en este contexto histórico, porque no siempre la deuda actúa de esa manera. Ponerle cuerpo a eso que a veces también es una intuición política. Yo hablo con muchas militantes referentes que hablan de cómo hay algo en los modos en que se refinaron las formas de explotación que nosotras todavía no estamos a la altura de conceptualizar. 

¿A qué se refieren cuando hablan de la “moral de las buenas pagadoras”?

Lo que nosotras decimos es que no hay un sistema financiero que actúe por fuera de los mandatos de género. Hay una relación ahí, en el sentido en el que el sistema financiero explota esos mandatos, por eso se habla de que las mujeres tienen tasas de devolución de los préstamos más altas. Están seguros de que esa mujer endeudada va a hacer cualquier cosa para pagar la deuda, aún si tiene que trabajar una triple jornada laboral.  Es concretizar aún más esta idea de que no hay finanzas que actúen por fuera de los cuerpos concretos que se endeudan. Las investigaciones sobre “mujeres buenas pagadoras” son anteriores a este libro, ya ha sido estudiado por otras compañeras, pero nosotras lo vimos muy claramente en esta relación entre la asignación universal por hijo y el endeudamiento. Ahí hay algo muy concreto en cómo a esas mujeres a las que, de alguna manera, se les reconocen las tareas de reproducción, al mismo tiempo se las endeuda para que puedan acceder a los bienes más básicos con la convicción de que lo van a devolver. 

¿Cuál es la relación que encuentran entre la falta de implementación de la ESI y la discusión sobre una Educación Financiera en las escuelas?

Creo que esa es una de las cosas que más me interesan de todo lo que pusimos en el libro. Fue una investigación en la Ciudad de Buenos Aires, donde suceden tres cosas: por un lado, la educación sexual se comienza a privatizar (siempre estuvo en manos de ONG vinculadas a grupos religiosos); por otro lado,  se empieza a hablar de modificar el plan de estudios para poner en el último tramo de la currícula una especie de educación que prepara para las pasantías; y en tercer lugar, se empieza a instalar cada vez más la idea de la necesidad de una educación financiera para los chicos. Lo que vemos es a qué tipo de modulación de la subjetividad apunta la escuela en el neoliberalismo, sobre todo la escuela de Larreta. Al mismo tiempo que se nos priva de la ESI – bien aplicada, porque también puede ser pensada solo en su dimensión preventiva- que es un espacio para pensar lo que una quiere, los infinitos devenires posibles, se nos enseña a ser buenos usuarios financieros. Ahí vemos una relación, sobre cuáles son las maneras en que se nos modula la capacidad de imaginar un futuro.

Con la frase “las acreedoras somos nosotras” el feminismo plantea un cambio de roles. ¿Son las mujeres en realidad a las que se les debe? ¿A qué llaman prácticas de la desobediencia? 

Es una de las ideas más fuertes del libro. No solo hacer una conceptualización del modo en que funcionan las finanzas, que ya es una forma de desobediencia, porque implica desarmar este modo opaco de funcionar, sino también imaginar formas en las que se pueda pensar en otras maneras de financiamiento, de producción, de reproducción. Y no solo eso, otra de las apuestas del libro es pensar que si las finanzas están relacionadas con tantos aspectos, como la privatización de los servicios públicos, oponerse a todos esos procesos son formas de desobediencia financiera. Pedir servicios públicos es desobedecer el mandato de las finanzas, ya que necesitan la seguridad de que el Estado no va a dar más servicios para poder valorizarse en el hoy, contar con que va a haber cada vez más recursos destinados a pagar la deuda. Oponerse a eso es una manera de confrontar con lo financiero. Y en otro nivel, ponemos en el libro una serie de ejemplos de modos de pensar el autofinanciamiento de proyectos productivos, o de la misma reproducción. Como el caso de las compañeras del barrio de Lugano, la Asamblea de mujeres de la FOB (Federación de Organizaciones de Base), que organizaban una práctica ancestral llamada pasanaku para desendeudar a la que estaba más endeudada. Son varios planos en los que nosotras decimos que se puede pensar una desobediencia, para que no quede todo tan alejado en una idea del “ no pago al FMI”, que es muy importante, pero es importante remarcar a que, a la vez, hay luchas en las que se confronta el mundo financiero en la vida cotidiana.

Entrevista por Julieta Henrique

Arte por Matilde Néspolo