NORMAL PEOPLE: el primer amor bajo la lupa

(Direc. Lenny Abrahamson, Hettie Macdonald, 2020)

Basada en la novela homónima de Sally Rooney, quien también participó como guionista en la adaptación de los doce capítulos que la conforman, Normal people es una de esas pocas sorpresas agradables que trajo 2020. Una historia de amor heterosexual entre adolescentes que podría ser solo eso, y quizás hubiera también sido bien recibida, pero no lo es. La historia de Marianne (Daisy Edgar-Jones) y Connell (Paul Mescal) alcanza una profundidad tal en su desarrollo que olvidamos la sencillez de un relato que vimos cientos de veces en diferentes formatos encarnados por numerosas generaciones. Es justamente en su “normalidad” donde la serie se permite explorar: tanto se la entienda como norma establecida (chica y chico se conocen, se enamoran, tienen problemas) o en su acepción ordinaria (serie de procesos y dificultades comunes a los seres humanos).

La trama sigue el romance de Marianne, una chica inteligente y franca de familia acomodada, y Connell, un chico de clase media tímido pero popular. Desde la secundaria hasta la universidad, Marianne y Connell entablan una relación conflictiva que no termina de establecerse debido a silencios y errores pasados. Hay una diferencia de clase importante, hay una forma de ser que los aleja, pero principalmente hay un miedo que los carcome y no les permite vivir su relación.

A medida que los capítulos avanzan y los personajes se desarrollan, ese miedo toma diversas formas y se complejiza. La timidez de Connell se revela como una ansiedad social que lo lleva a sufrir ataques de pánico. La franqueza de Marianne esconde un destrato familiar por el que se pasea el fantasma de un padre abusador. El amor, que a ellos tanto les cuesta nombrar, se contextualiza con una atención espeluznante que en ningún momento cae en lugares comunes o en un romanticismo barato. La música tiene una presencia importante, pero para nada constante ni sugerente. Los planos se acercan lo necesario como para llegar a percibir en las gargantas que tragan saliva las palabras que no se dicen. Las actuaciones de ambos protagonistas construyen ese amor atragantado, esos temores y dolores, con una delicadeza que, lejos de resultar artificial, los revela humanos y complejos. 

El despertar sexual es tratado con crudeza, en escenas que llenan los capítulos con una incomodidad, realismo y severidad que no es común encontrar. El sexo une a los personajes, también los aleja, y es en la cama dónde los traumas se abren. No hay una búsqueda de belleza o esteticismo en la forma de representar el acto sexual, sino todo lo contrario. Las escenas se prolongan más allá de lo esperado, muestran lo necesario para conectar con la experiencia, y no tanto con la idea de la experiencia que se suele estereotipar. El lugar que se le da es importante porque se comprende el peso tanto psicológico como físico que conlleva, y el impacto que tiene en los protagonistas.

La trama avanza, los personajes crecen, y junto a estos cambios vemos deconstruirse las ilusiones que los primeros capítulos pueden llegar a incentivar. Ningún personaje es perfecto, ninguno es lo que en un inicio parece ser. La masculinidad impenetrable de Connell esconde una sensibilidad amontonada a punto de estallar. La dureza de Marianne es solo un escudo con el cual enfrentarse a una realidad hostil. El amor entre ellos pasa de concentrarse en un deseo insuperable a una amistad que los une a través del tiempo. La extensión y precisión de Normal People mantiene la tensión en todo momento, ofreciendo un acercamiento honesto a problemáticas con las cuales para cualquiera sería fácil identificarse.

Reseña: Julieta Henrique

Arte: Van Arce

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