Chavela “Yo nací así, desde que abrí los ojos al mundo”

Para un documental se eligen pedacitos de realidad, pero todo está allí, aunque se arme un relato, es verídico, no hay ficción. Sin velos, las realizadoras Catherine Gund y  Daresha Kyi eligen los tramos de vida de una mujer salvaje e inolvidable, recorriendo sus entrevistas y reuniendo las voces de quienes conocieron y acompañaron a la sacerdotisa de Almodóvar, la amada por muchos amores.

Chavela nos habla a viva voz sobre el privilegio de nacer mujer, al que considera una bendición del cosmos. Canta para las madres, hijas, esposas, amigas, hermanas y amantes. Canta y confía en que la verdad siempre sale adelante, nos pide que seamos valientes y que no nos avergoncemos de nada, ya que todo se aprende en la vida.

Su vida contada por ella misma, para todas las mujeres del mundo, es lo que anima el documental. Nos cuenta que nació un 17 de Abril de 1919, en Costa Rica, que era una soñadora que no jugaba con muñecas, pero a la noche buscaba la luna, triste y sola. Duele escucharla, no juzga, solo canta lo que siente.

Cuenta que no tenía el verdadero amor de sus padres, ellos eran una familia de aquellos tiempos, muy religiosos, llenos de prejuicios y con mucho miedo al qué dirán. A los siete años, un cura la echó de la iglesia y sus padres la escondieron hasta llevarla a vivir con sus tíos. No hay juicio hacia ellos aunque el dolor se dibuja en su rostro.

Devino mujer diciéndole no a los aros, las trenzas y las joyas, encontrando en los años cincuenta su escondite y no los escenarios que anhelaba, pero llenó cada vena de su cuerpo de coraje, y la mujer que nos revela amar a la nena Isabel, construyó a su Chavela cabrona.

El planeta, decía, debería estar lleno de violines y guitarras en lugar de ametralladoras. Para enfrentarlo calzó pantalones y poncho, acompañada por su osadía, su guitarra y el alcohol, que como quitapenas contrarrestaba su soledad. No cesó hasta pisar el escenario del Auditorio Nacional de México en el 2007, el Olympia de Francia y el Caracol de España, donde confiesa haberse plantado, cual parada de torero para que sus piernas no temblaran.

En ese mundo misógino, construye una leyenda: ser la macha entre los machos dentro de esa sociedad hipócrita patriarcal y violenta.

En los años cuarenta podemos escuchar el relato de su deslumbramiento al conocer a Frida. Con voz alegre nos cuenta que al verla sintió que no era un ser de este mundo y que sus cejas eran golondrinas en pleno vuelo.

Fascinada por la libertad en el amor, va recordando amores y a la soledad, a quien llama: su compañera más fiel. ¡Quien nunca ha amado nunca ha vivido! El amor es un paso y el adiós es otro, y ambos debían ser firmes porque nada es para siempre en la vida y, en la suya, vemos el amor entreverado con su gran dolor: el alcoholismo, al que reconoce como una enfermedad del alma, de soledad, de abandono. Si bien lo reconocía, nunca logró superarlo.  Se confiaba a  los dioses de la vida y de la muerte los que la preparaban para partir y a los que les pidió que aún no se la llevaran y la dejaron seguir.

Se mantuvo aguerrida y siguió enfrentando a la sociedad y a la iglesia, ellos llamaban malditos a lesbianas y homosexuales. A sus 71 años, mira a la cámara y nos pregunta: ¿Cómo van a juzgar a un ser que ha nacido así? Yo no estudié para lesbiana, ni me enseñaron a ser así. Yo nací así. Desde que abrí los ojos al mundo.

En el 2012 Chavela cerró sus ojos pero su amor y su lucha siguen en  las pancartas de todas las abuelas, nietas, hijas, madres, hermanas, amigas y amantes de las brujas que no pudieron quemar. Ver este documental nos permite recordar a otra mujer latinoamericana a la que intentaron confinar a los márgenes…sin lograr acallar su voz.

Por: Mónica Gini

Arte: Van Arce

Ficha Técnica:

Título original: Chavela 

Dirección: Catherine Gund, Daresha Kyi

Duración: 90 min.

Año: 2017 [Disponible en Netflix]