SHAMROCK: Comedia en verso

Pero papapapapapa paráunpoquito.

A través de diálogos en verso llenos de rimas surrealistas, magia y humor corporal, nos vemos inmerses en el increíble universo de la inmigración irlandesa en que una mujer decidirá patear el tablero y devenir independiente.

Apenas cortan mi entrada y ya escucho sonidos de lo que pareciese ser una gaviota: uno de los actores está de espaldas, se mueve torpemente, busca el próximo paso a través de un movimiento que tantea. Ya estoy sonriendo. A su lado, una de las actrices se contonea, señala como saludando, como esperando, ansiosa. Otro de los actores actúa de la misma manera. Hay algo, un espesor en el ambiente, un olor que, si cierro los ojos, me traslada a otro lugar, al puerto porteño quizás. A 1900.

La obra de Brenda Howlin y dirigida por Nano Zyssholtz toma una época en que las mujeres todavía no éramos sujetes de derecho, una época en que la palabra sororidad no existía; la primera vez que ésta se hizo pública fue en 1921 en un texto de Miguel Unamuno publicado en Caras y Caretas. A lo que voy: tiempos desgraciados. Es difícil abordar semejante tópico sin caer en lo dramático; sin embargo, esta obra lo consigue a través de un género que nos encanta: la comedia. Y la apuesta no es sólo el género, sino el verso a través del cual encuentra forma. ¿Y saben qué? Lo logran. ¡Y cómo! Sólo una palabra viene a mi mente: excelsior. 

El humor pícaro que atraviesa diagonalmente la totalidad de esta puesta en escena es conseguido gracias a alteraciones cronológicas, tanto desde lo histórico como desde el lenguaje, y, sobre todo, desde la intertextualidad lograda en lo corporal desde movimientos que recuerdan a los chaplinianos: objetos que caen desde las manos de los protagonistas y los mismos protagonistas, puestos que elles mismes devienen objetos: bancos, mesas. Y no sólo objetos, también animales: caballos. Já. Pasaron quince minutos y ya resulta difícil mantener la seriedad. Menos al ver cómo Patrick (Ale Gigena) acaricia la cabeza de Rita (Juliana Ascúa) cuando en uno de sus roles debe actuar cual yegua. En esta obra, no reír es de personas sin corazón. 

Mary (Camila Peralta) llega a Buenos Aires para encontrarse con Dido (Pablo Kusnetzoff), su prometido, a quien ha declarado su gran amor a través de cartas. No obstante, esta fantasía se verá obstruida antes de establecer contacto alguno con él: Patrick le dirá que Dido ha estado engañándola con Rita. Mary no querrá creerlo, pero conforme la trama se profundiza, Patrick, Rita y Mary lo harán caer directo en la trampa que conforma su mitomanía. Este aspecto de Dido provocará que Mary y Rita se alejen y, además, devengan aliadas – hermoso movimiento, espero que todes les espectadores se hayan dado cuenta – al crear un exitoso negocio de scones.

Esta mentira provoca que Mary se pregunte si realmente para obtener un equilibrio debe casarse, tener hijes, satisfacer las expectativas costumbristas de su familia; la respuesta es negativa: ella quiere ser ella, quiere tener un negocio propio, viajar, ser feliz y, por sobre todo, forjar su propio destino a través del encuentro con sus deseos.

Se dejó ver, pero lo repito: todes les integrantes del elenco tienen una marca personal, pero esos detalles no voy a contarlos. Mejor vayan a verla porque, ahora, la historia, la poesía y el feminismo también le pertenecen a Shamrock.

Por Ana Clara Chanvillard

Shamrock se presenta este viernes a las 23:00 hs en Beckett Teatro, Guardia Vieja 3556. CABA.